Los cubanos perdimos la libertad el 1 de enero de 1959, desde esa amarga fecha somos un pueblo esclavo. Nadie imaginó que esa perdida iba a ser tan larga y rotunda, en nuestra breve historia no hay acontecimiento comparable: ni la “reconcentración” de Valeriano Weyler, ni la violencia del Machadato, ni la Revolución del 33 o el disparate de golpe de estado perpetrado por Fulgencio Batista aquel 10 de marzo de 1952. La equiparación del terror revolucionario con cualquiera de estos eventos hoy nos resulta ridícula.
La instauración de la tiranía comunista ha sido un éxito indiscutible, el mejor indicador de ese triunfo es que han transcurrido sesenta y dos años de poder absoluto y todavía observo a propios y extraños discutiendo sobre “si eso que existe en Cuba es o no comunismo”, como si el comunismo fuera algo distinto, en su teoría y práctica, a esa porquería sangrienta que hemos vivido.
Recuperar la libertad perdida es el dilema de los cubanos. Muchos han muerto en esa lucha, algunos murieron peleando y otros, los más, fueron asesinados. Sobre estos héroes pesa una suerte de silencio pactado, la idea de que oponer la rebelión a un régimen criminal es algo inútil, inmoral o ilegítimo consiguió un efecto paralizante que sólo ha servido a la tiranía. El único saldo positivo en esta tragedia es que hemos dejado de asociar la rebeldía con la violencia, quizás en un futuro consideremos que esto fue un «logro» de la Revolución comunista, rechazar para siempre el uso de la violencia como el único modo para resolver nuestros problemas.
Con este telón de fondo se han escrito millares de cuartillas analizando nuestra derrota, razonando el fracaso, estableciendo causas y culpables, no digo que haya sido en sí un esfuerzo estéril, pero la realidad es que los cubanos seguimos siendo esclavos y rehenes. También se han dedicado suficientes cuartillas a la noble tarea de encontrar el camino hacia la libertad que un día perdimos, cada hombre es una idea, una opinión, un modo. Lo cierto es que este enero, pandémico y exhausto, se sumó a las seis décadas de libertad perdida.
El tiempo nunca acaba y mientras pasa, haciéndonos más viejos, en el debate público sobre nuestros problemas la idea de la libertad es cada vez más esquiva. Es cierto que en Cuba hacen falta muchas cosas, pero lo que más se necesita es libertad. El diálogo es una herramienta valiosa si nos conduce a la libertad. La amistad social es fecunda si nos conduce a la libertad. El perdón nos redime plenamente si nos conduce a la libertad. La libertad debe estar presente en cada negociación, en cualquier gradualidad, en todas las comprensiones, estrategias, modos y ritmos. La libertad es un valor que debemos mirar con la misma confianza que los navegantes de antaño miraban a la estrella polar, por la sencilla razón de que sin ella navegaremos sin rumbo en esta tragedia.
Cualquier esfuerzo que no se oriente hacia la libertad es un esfuerzo perdido, y peor aún, es un esfuerzo que sólo contribuirá a prolongar nuestra agonía. Sé bien que estas opiniones no me consiguen muchos amigos, pero no quiero renunciar a decir lo que pienso aunque para algunos compatriotas mi condición de exiliado me inhabilita para decir ciertas cosas.
Que cada uno haga lo que deba y se atreva a hacer, que Dios nos ayude a todos, y que nadie se engañe con cuentos chinos: Cuba lo que más necesita es libertad.
Así mismo hermano, Cuba necesita URGENTEMENTE un cambio total de sistema. Y creo que la hora está llegando. Gracias
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