ERA UN LUGAR DONDE FALTABA EL AIRE
y había que pagar deudas que contrajeron otros,
a eso se reducía nuestra casa,
con las puertas cerradas
para que no llegara más desdicha,
y una lista muy larga de miserias
que fuimos aprendiendo,
lentamente,
en colas,
en atajos.
Era un lugar,
un miedo,
vulgar y colectivo,
tejido por las sombras,
por demiurgos,
que hicieron una fiesta
y lanzaron al fuego nuestros libros.
Era un país donde te desnudaban,
donde tu intimidad se desprendía de todos los pudores,
y no había que matarte porque ya estaba roto
el valor.
Por eso nos marchamos de ese lugar tan triste
y la idea de volver no es un regreso,
ni capitulación de la memoria
que pueda redimir a nuestros muertos,
las víctimas que esperan por nosotros,
y por cualquier palabra verdadera.
Nadie conoce el día final de tanta ausencia,
pero a la vuelta seremos otra cosa,
y ese país que habita en los recuerdos
será por fin la casa,
donde tenga lugar el arcoíris
o conjuro final de los demonios
que un día la sitiaron,
las tinieblas en franca retirada,
los demonios del odio y de la envidia.
Editorial Silueta, 2017.